Gestionar un restaurante no es una tarea sencilla. El empresario hostelero debe tener en cuenta un gran número de variables para que la línea de trabajo sea constante y coherente; no debe descuidar su estrategia de negocio ni la calidad que demuestre su propia trayectoria. La gestión del restaurante tiene que ser ordenada y diligente, como la de cualquier “buen comerciante”. El empresario tendrá obligaciones administrativas, tributarias, sociales y laborales, con fechas y plazos que deberá cumplir; por esto, es necesaria una política empresarial ordenada y eficiente.
Los negocios de restauración conllevan diferentes obligaciones: materias primas, proveedores, trabajadores, suministros, alquiler, bancos, pagos, ingresos, plan de venta, nueva carta, nuevas aperturas, nuevos productos, impuestos, reuniones…
Las ventas dependen, en parte, del propio negocio y, en parte, del cliente. Pero el control de costes depende exclusivamente del buen hacer de los gestores: comprar a buen precio, almacenar lo que se debe vender (no acumular), vender de acuerdo con el precio al que se compra y al peso que se sirve, tener personal productivo…